Norman Birnbaum
El profeta Daniel entró en el foso de los leones confiado en el poder de su fe. Por el contrario, Obama, ante los fracasos políticos y las contradicciones morales de Estados Unidos en Oriente Próximo, ha renunciado a tener fe en su propio juicio. Ante las acusaciones de que es poco entusiasta con Israel y se inclina demasiado a negociar con Irán, se ha defendido a base de repetir las simplezas y distorsiones convencionales sobre el papel de EE UU en Oriente Próximo. Y ello, a pesar de que lo que ha hecho que atrajera a millones de votantes es lo contrario, es su insistencia en la necesidad de prescindir de los convencionalismos.
En un reciente discurso ante el poderoso Comité de Asuntos Públicos Americano-Israelí, Obama declaró que Jerusalén es indivisible, una postura que los palestinos no pueden aceptar y bastantes israelíes están dispuestos a revisar. Asimismo, eximió a Israel de cualquier responsabilidad por la opresión y el caos en los territorios palestinos ocupados, así como por las penalidades que sufren los mismos israelíes. En cuanto a Irán, habló en los mismos términos siniestros que emplea Bush y declaró que la acción militar contra ese país es una opción.
Aunque, pese a lo que se diga, el ‘lobby’ pro “israelí” no es el principal poder fáctico en Estados Unidos, no hay duda de que conserva una extraordinaria influencia capaz de que un político de apariencia brillante como Obama exhiba la mediocridad moral que lleva dentro. Desde luego, se parece muy poco al Daniel del relato bíblico, un auténtico héroe de la fe. LEx
Ahora la pregunta es quién decidirá la agresión a Irán, si el genocida Bush o su sucesor Obama (o su rival McCain).Tristemente, parece que cualquier excusa es buena con tal de amenazar al pobre pueblo iraní (ver ¿Dejaremos que los masacren?). Cuando no se trata del violentismo sionista o de las ansias imperiales por hacerse con todo el petróleo del mundo, llega un candidato presidencial y echa más leña al fuego con tal de ganar las elecciones. Si Obama no rectifica, quedará para siempre moralmente deslegitimado, gane o pierda, por haber concurrido a una cita electoral con promesas tan siniestras como ésas. LEx