miércoles, agosto 28, 2013

La 'vacuna' del papa Francisco

Emilio Castillejo Cambra, ‘Diario de Noticias’, 16.8.13

Nadie discute la simpatía y la gracia en las expresiones y maneras del papa Francisco […]. Ahora bien, esas nuevas actitudes, ¿presagian cambios profundos en la Iglesia católica? ¿Una revolución? Yo creo que no. Creo más bien que, como hubiera dicho Roland Barthes, el papa Francisco está poniendo una “vacuna” en la Iglesia, “vacuna” que consiste en reconocer algunos errores accidentales de la institución para ocultar los fundamentales y conservar su integridad. Jean Baudrillard hablaría de “simulacro”. […]

Él se reconoce como “hijo de la Iglesia” (de hecho es su máxima jerarquía), y todo parece encaminado a proteger a la institución tal y como está concebida. Empezamos por los dogmas de fe. Ahí encuentra la colaboración, intencionada o no, de los medios de comunicación. Como los dogmas no son noticia, a ningún periodista en el avión de vuelta de Brasil se le ocurrió preguntar sobre la transustanciación, la resurrección de los muertos, la virginidad de María, la infalibilidad del papa… Son precisamente las verdades más profundas sobre las que se sustenta la Iglesia, sin las que no tendría sentido, las menos expuestas. […]

A nivel institucional, este papa parece más decidido a reformar la Curia y dar más transparencia a las finanzas vaticanas; reconoce los escándalos de Nunzio Scarano y no tiene miedo a hablar de sus presuntos delitos… Pero detrás de ese deseo de transparencia se esconde la verdad más importante: que la Iglesia es poder […].

Bergoglio ha arremetido también contra los coches de lujo de la jerarquía y su mentalidad principesca. Parecen haber desaparecido en el Vaticano las formas palaciegas de la corte de Pío XII. Pero, ¿no es esa la manera perfecta de ocultar las impresionantes posesiones inmobiliarias, las inmatriculaciones de edificios, las subvenciones estatales, las exenciones fiscales (IBI)…? […]

Se agradece que recientemente el papa se haya pronunciado a favor del Estado laico. […] La verdad es que no me imagino a la Iglesia renunciando a la presencia pública que le garantizan los Acuerdos entre el Vaticano y el Estado Español de 1979, ni siquiera aceptando en este país (pero sí donde la Iglesia católica es minoritaria), un trato igual (favorable) a otras religiones, que es lo que propone Bergoglio. […]

No se avecinan cambios profundos. La Iglesia seguirá siendo institución y poder: nunca pondrá en crisis su propia historia ni renunciará motu proprio a privilegios allá donde los tiene. El jesuita Bergoglio representa a eso que yo he llamado en alguna publicación Iglesia líquida, que fluye para adecuarse de alguna manera a la modernidad, aunque para ello tenga que obviar dogmas y principios poco concordes con la misma (por eso Bergoglio no quiere hablar del aborto o del matrimonio homosexual, sino de “cosas positivas”), o tenga que recurrir a cierto grado de autocrítica, pero sobre todo al silencio y al simulacro. […]

Aun desde un enfoque progre, este artículo ofrece agudos comentarios sobre Bergoglio, algo muy raro de ver en los medios. LEx