Lluís Bassets
Hay dos cosas al menos en las que Barack Obama ha
superado a su predecesor, George W. Bush: en la
liquidación a distancia de enemigos de Estados Unidos y en la
persecución de los funcionarios lenguaraces e infieles. La mayor evidencia de
lo primero es Osama
bin Laden, que cayó abatido por un comando de Navy Seals el 1 de mayo de
2011, y de lo segundo el juicio al
sargento Bradley Manning, detenido desde mayo de 2010 y pendiente
de sentencia por colaboración con el enemigo como responsable de las
filtraciones de Wikileaks.
El mayor número de órdenes presidenciales de ejecución se
efectúan a distancia, con la tecnología de los aviones no tripulados y solo un
cinco por ciento con armamento clásico, mediante misiles o bombas desde aviones
o navíos tripulados o directamente por comandos como fue el caso del asalto de
la casa de Bin Laden en Abottabad. El primer Bush que reacciona a los
atentados del 11-S contaba con 50 drones (aviones no tripulados) con
capacidad para ejecutar a distancia, mientras que Obama ya disponía el pasado
año de 7.500, según el experto del Consejo de Relaciones Exteriores, Micah
Zenko. Mientras que el presidente republicano autorizó medio centenar de
ejecuciones, más que cualquier predecesor suyo, Obama
ha autorizado 350 desde que llegó a la Casa Blanca. Entre estos fallecidos
se hallaba el
dirigente de Al Qaeda en Yemen, Anuar el Aulaki y su hijo, ambos ciudadanos
estadounidenses.
La persecución legal de los funcionarios que difunden
informaciones secretas es un caso menos frecuente que los drones, pero
no menos escandaloso, entre otras razones porque son en EE UU una respetada
figura pública, a la que se conoce como whistleblower, alguien que
sopla el silbato para dar la alarma sobre una actuación incorrecta de la
administración. […] El sargento Bradley Manning es el más destacado de los whistleblowers
de Obama, pero no el único. Hay cinco más bajo investigación, el doble que las
anteriores presidencias juntas.
Es evidente que no entraba en los propósitos de Obama
superar a Bush en estos dos capítulos.
Si alguien, como hace Bassets, se cree
acríticamente la propaganda del fraude
llamado Obama, quizá sea “evidente”...
Pero lo que indican todos estos datos es que Obama es un Superbush. LEx
El actual presidente llegó a la Casa Blanca con la
promesa de cerrar Guantánamo, prohibir la tortura, retirar las tropas de Irak y
terminar la guerra de Afganistán. […]
Y a pesar de que no sólo no ha hecho
nada por cumplir todo eso, sino que además ha ido más
lejos que Bush en ataques
a la libertad, los obamistas seguís apoyándolo.
LEx
El balance, justo cuatro años después, no puede ser más
mediocre, sobre todo para el capítulo de los valores. Aunque ha podido cumplir
una pequeña parte de sus promesas, sin duda respecto a la tortura y a Irak, no
ha sido así con las restantes.
Si las intenciones de Obama fueran las
que él dice y las que muchos se creen, hace tiempo que habría dimitido,
denunciando que el Sistema le impide cumplir su programa. LEx
El incumplimiento sobre Guantánamo, de alto valor simbólico
más allá de la vida miserable en que se hallan los 166 detenidos, revela su escaso
músculo ejecutivo frente a un Congreso que no quiere facilitarle el cierre
de la instalación y se regodea en la debilidad de su palabra.
Pobre Barack, que se le burla en el Congreso porque no consigue
defender los derechos más básicos… LEx
Pero tanto con los drones como con las
filtraciones, Obama ha profundizado en el legado de Bush, el presidente
que levantó la prohibición de los asesinatos selectivos y obtuvo unos márgenes
excepcionales de acción en la lucha antiterrorista de los que su sucesor sigue
sacando partido.
Vamos, que es peor que Bush pero que se lo perdonáis por ser Obama. LEx
El espionaje a la agencia Associated Press ahora descubierto
es la última prueba que sufre el imposible equilibrismo entre libertad y
seguridad. La oposición republicana le reprocha e incluso atribuye, con
intenciones de autobombo, las filtraciones sobre la desarticulación de un grupo
terrorista en Yemen, de forma que la Casa Blanca encargó al Departamento de Justicia
que averiguara el origen de las informaciones publicadas por los medios. De ahí
salen los listados de las llamadas telefónicas efectuadas durante dos años
por un centenar de periodistas de AP, actividad inquisidora de los fiscales
que se añade a la obsesiva persecución de los whistleblowers
desencadenada desde las filtraciones de Wikileaks.
Haga lo que haga el gobierno, incluso contra la prensa, la culpa será
de “los fiscales”, de los malos asesores, de cargos subalternos… pero nunca de
Obama. Como se ha dicho estos días por parte de periodistas de derechas, no sin
razón en esta ocasión: si Bush hubiera hecho la mitad de lo que ha hecho Obama
en este asunto del espionaje a periodistas, todos se habrían echado encima de
él. Por eso y por mucho más, Obama
es peor que Bush. LEx
Nada peor para un presidente que encontrarse en frente a los
medios y a la primera enmienda, protectora de la libertad de prensa. Es una
convocatoria a la artillería gruesa, que alcanza a proyectar la imagen del
tramposo Nixon sobre su imagen impoluta, a atribuirle un descontrol inaudito de
su administración y, en cualquiera de los casos, a dar por concluida la
historia del narrador en jefe que encandilaba a propios y extraños. No es el
único escándalo que asedia a Obama en el arranque de su segundo período
presidencial, cuando debiera preocuparse ya por su legado político y se
encuentra con la amenaza de que sea casi entero el que le dejó Bush.
No hay más ciego que el que no quiere ver. Y lo evidente es que Obama
es la continuación de Bush. Pero para que la gente siga sin darse cuenta de
ello, están periodistas como Bassets y medios como ‘El País’. LEx