domingo, mayo 30, 2010

El cardenal Castrillón Hoyos asegura que su carta al obispo francés contó con el visto bueno de Juan Pablo II

InfoCatólica.com, 17.4.10

El cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos, que fue de 1996 a 2006 el principal responsable de la Congregación del Clero en el Vaticano, salió ayer al paso de unas acusaciones de la revista digital francesa «Golias», que le acusa de haber felicitado a un obispo francés por no haber denunciado a un cura pederasta e incluso de las afirmaciones del padre Lombardi, portavoz de la Santa Sede, quien asegura que la actuación del prelado demuestra la necesidad que había de hacer un cambio. […] El cardenal Castrillón afirmó textualmente: "Se presentó un problema con un sacerdote en Francia y su obispo no lo denunció porque su obispo había recibido la confidencia en tanto que pastor y obispo. Este obispo fue llevado a la cárcel, y yo, después de consultar al Papa [Juan Pablo II], y mostrársela, escribí una carta al obispo felicitándolo como modelo de un padre que no entrega a sus hijos. Me autorizó el Santo Padre para que esta carta la enviara a todos los obispos del mundo", afirmó. […]

Tras la publicación de la carta de Castrillón (que nunca fue secreta) el director de la sala de prensa del Vaticano, Federico Lombardi, emitió un comunicado para remarcar que “este documento es la prueba de lo oportuna que era” la reforma que el Vaticano impuso en 2001 y afirma que la línea de aquél texto y época no es la que la Iglesia ha está siguiendo. […]

El director de la web donde se publica esta información, Luis F. Pérez Bustamante, escribe ese mismo día el artículo de opinón El cardenal Castrillón pone a Juan Pablo II a los pies de los caballos, en el que destaca cómo «el prelado colombiano está asegurando que al antecesor de Benedicto XVI le parecía muy bien que su Prefecto para la Congregación del Clero felicitara efusivamente a un obispo que había encubierto de las autoridades civiles a un cura abusador, razón por la cual el citado obispo fue condenado a tres meses de cárcel en el 2001» y añade: «Ahora no se podrá alegar que la prensa malvada acusa sin pruebas». Ya que existen esas pruebas, tampoco se podrá decir que sea malvada, aclaramos.

Según Pérez Bustamante, «si el cardenal Castrillón ha dicho la verdad, y no tengo ninguna razón para creer que no la ha dicho, queda en evidencia que durante muchos años, el Papa Juan Pablo II siguió los consejos de los colaboradores que querían que las cosas siguieran igual. En mi opinión, y siento mucho tener que decirlo, eso supone una mancha considerable en ese papado». Esta sinceridad honra al director de InfoCatólica, quien, por otro lado, incurre en un sesgo típico del culto al líder: Cuando algo se considera exitoso o genial, todos los méritos son del dirigente (Juan Pablo II, en este caso); si hay desastres, el “error” procede de asesores malos. Pero la realidad se impone: tanto el papa Wojtyla como el cardenal Ratzinger fomentaron durante décadas el encubrimiento de horribles crímenes (ver
El Vaticano y la pedofilia).

Pérez Bustamante añade dos consideraciones «que deben tenerse en cuenta a la hora de llegar a discernimientos justos». La primera es que «hace diez o treinta años todavía estaba vigente, no solo en la Iglesia sino en la sociedad civil, una esperanza de corrección de la conducta de los pederastas que actualmente ha disminuido casi totalmente». La segunda es que «desde hace muchos siglos, hasta 1983, cuando se promulga el nuevo Código de Derecho Canónico, existía en “privilegio del fuero”, según el cual obispos y sacerdotes no podían ser juzgados en un tribunal civil, sin licencia de la Sede Apostólica en el primer caso, y sin licencia del Obispo en el segundo […]. Incluso tengo entendido que ese privilegio […] era reconocido explícitamente en algunos Concordatos entre los Estados y la Santa Sede. Esto explica que algunos obispos, sobre todo aquellos de edad más avanzada, no pudieran ni pensar siquiera en la conveniencia de denunciar los delitos de ciertos sacerdotes suyos, sujetándolos al juicio de tribunales civiles». Todo esto confirma la naturaleza abominable, tanto desde el punto de vista religioso como desde el legal, de la interferencia del derecho canónico en el sistema legal de las naciones, algo que no sólo es propio de Concordatos anteriores a 1983, sino que forma parte del programa sociopolítico de la ICR (ver
Un desprecio al matrimonio).

Y no vale con decir, como hace el autor del artículo más adelante: «Con Benedicto XVI, gracias a Dios, las cosas han cambiado». Porque fue precisamente él en su época de cardenal uno de los que propiciaron ese escándalo. Ahora bien, no pensemos que vaya a pagar por ello, ni legal ni moralmente. Es más, tal y como están evolucionando los acontecimientos, resulta que va a pasar a la historia como el papa que cortó de raíz la pederastia entre el clero.
LEx

Una instancia superior

Ignacio Sánchez Cámara
ABC, 16.4.10

[…] Ortega y Gasset diagnosticó en La rebelión de las masas la crisis moral europea […]. «El día que vuelva a imperar en Europa una auténtica filosofía –única cosa que puede salvarla–, se volverá a caer en la cuenta de que el hombre es, tenga de ello ganas o no, un ser constitutivamente forzado a buscar una instancia superior. Si logra por sí mismo encontrarla, es que es un hombre excelente; si no, es que es un hombre-masa y necesita recibirla de aquél». […]

Carecemos de una concepción compartida acerca de la realidad, del hombre, y del bien y el mal. […] Existe un momento en la historia europea en la que se abre el camino hacia esta desmoralización radical. Quizá no sea fácil precisar mucho más, pero tengo la impresión de que lo que pasó en ese momento fue que se abrió paso el subjetivismo y, con él, la afirmación de la soberanía absoluta del individuo. […]

Si no es erróneo todo lo anterior, entonces la solución de la crisis sería tan relativamente sencilla como lo es la autenticidad, pues no residiría en nada nuevo, extraño o difícil, sino en la recuperación del verdadero ser de Europa, no en la vuelta al pasado, sino en la continuidad con él. […] Va a resultar que la crisis es moral y, por tanto, filosófica, que nuestros males proceden del luciferino pecado de soberbia, y que su solución reside en la sumisión de los hombres a la disciplina de los deberes, esto es, a una instancia superior. […]

De forma sutil, el autor del artículo desliza ideas inquietantes. A través de la cita de Ortega evoca una Europa en la que imperaba una “auténtica filosofía” con propiedades salvíficas. Quizá Ortega sí, pero el católico Sánchez Cámara difícilmente puede referirse aquí a la Europa del empirismo o de la Ilustración. ¿Acaso se sugiere volver a la Europa medieval? Pues precisamente en aquella prevaleció también una visión del hombre como masa, sometida a la jerarquía de los clérigos y los señores. Y existían minorías condenadas a la hoguera por negarse a ser masa.

Desde el punto de vista antropológico, es interesante, incluso certera, la consideración de que el hombre está “forzado a buscar una instancia superior”. Ahora bien, ¿debemos hacer una aplicación política de esta convicción? En tal caso, corremos el riesgo de forzar al hombre a aceptar esa instancia superior. ¿Y quién decidirá cuál es esa instancia? El propio Ortega lo aclara: los hombres excelentes, que han de instruir a los hombres-masa. Sánchez Cámara hace suya la idea y precisa que Occidente debe someterse (¿ser sometida?) a una instancia superior. Es evidente el carácter totalitario de estos planteamientos.

Sin duda, el subjetivismo y el relativismo carcomen la construcción de un proyecto humano conjunto. Pero la alternativa de este autor es todavía más peligrosa:
el regreso al absolutismo, a la imposición ideológica, defendida desde hace años por el papado con su reivindicación de las “raíces cristianas” de Europa (ver también La muerte de Europa). LEx

'Sustituir la libertad religiosa por la libertad de conciencia es una ocurrencia', entrevista a Andrés Ollero

Páginas Digital, 5.3.10

Un Estado laico: libertad religiosa en perspectiva constitucional es el título del nuevo libro de Andrés Ollero, catedrático de Filosofía del Derecho. […]

En su último libro […] afirma que la libertad religiosa tal y como está definida por nuestro or-denamiento no es una libertad de primera generación, entendida en sentido negativo, sino una libertad de segunda generación. ¿Eso la distingue de la libertad de conciencia? ¿En qué sentido?

En efecto, no basta con que los poderes públicos (“negativamente”) no interfieran en la conciencia de los ciudadanos, sino que han de cooperar con las confesiones religiosas a las que se adhieren, valo-rando “positivamente” su plural aportación al diálogo público. El intento de sustituir la libertad religiosa por la de conciencia es una ocurrencia de unos contradictorios devotos del ateísmo. Lo presentan como una actitud neutra, que se limitaría a ejercer negativamente la libertad religiosa; pero luego proponen que los ateos encuentren también un apoyo cooperativo. Algo así como subvencionar a asociaciones que preconicen la abstención electoral, o pagar a “liberados” que difundan la no afilia-ción sindical. Divertido. […]

De acuerdo con la primera parte: los poderes públicos deben favorecer la aportación de valores sociales positivos de las organizaciones religiosas; ejemplo de ello es la Fundación Pluralismo y Convivencia, promovida por el actual gobierno español.

Ahora bien, resulta cuanto menos sorprendente que un catedrático de Filosofía del Derecho menosprecie de este modo el sentido y el contenido de la expresión “libertad de conciencia”, como si fuera un subproducto de la libertad religiosa, y pretenda hacernos creer que hay un intento de sustituir la segunda por la primera. Lo cierto es que la libertad de conciencia comprende, sin suprimirla en absoluto, la libertad religiosa, y a la vez otras manifestaciones del ámbito de las convicciones y las creencias. Hay ciudadanos que no se identifican con ninguna confesión religiosa, pero que, al igual que los creyentes comprometidos, se ven impelidos a aceptar o rechazar ciertas prácticas en función de sus convicciones. Las leyes deben protegerlos en la misma medida en que se protege a los creyentes.

Por otro lado, si los ateos o cualquier otro colectivo con unas convicciones dadas deciden asociarse, han de ser tratados de la misma manera que los creyentes. Parecería que Ollero está defendiendo que se subvencione a cierta confesión y que ésta siga recibiendo un trato privilegiado.
LEx