El cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos, que fue de 1996 a 2006 el principal responsable de la Congregación del Clero en el Vaticano, salió ayer al paso de unas acusaciones de la revista digital francesa «Golias», que le acusa de haber felicitado a un obispo francés por no haber denunciado a un cura pederasta e incluso de las afirmaciones del padre Lombardi, portavoz de la Santa Sede, quien asegura que la actuación del prelado demuestra la necesidad que había de hacer un cambio. […] El cardenal Castrillón afirmó textualmente: "Se presentó un problema con un sacerdote en Francia y su obispo no lo denunció porque su obispo había recibido la confidencia en tanto que pastor y obispo. Este obispo fue llevado a la cárcel, y yo, después de consultar al Papa [Juan Pablo II], y mostrársela, escribí una carta al obispo felicitándolo como modelo de un padre que no entrega a sus hijos. Me autorizó el Santo Padre para que esta carta la enviara a todos los obispos del mundo", afirmó. […]
Tras la publicación de la carta de Castrillón (que nunca fue secreta) el director de la sala de prensa del Vaticano, Federico Lombardi, emitió un comunicado para remarcar que “este documento es la prueba de lo oportuna que era” la reforma que el Vaticano impuso en 2001 y afirma que la línea de aquél texto y época no es la que la Iglesia ha está siguiendo. […]
El director de la web donde se publica esta información, Luis F. Pérez Bustamante, escribe ese mismo día el artículo de opinón El cardenal Castrillón pone a Juan Pablo II a los pies de los caballos, en el que destaca cómo «el prelado colombiano está asegurando que al antecesor de Benedicto XVI le parecía muy bien que su Prefecto para la Congregación del Clero felicitara efusivamente a un obispo que había encubierto de las autoridades civiles a un cura abusador, razón por la cual el citado obispo fue condenado a tres meses de cárcel en el 2001» y añade: «Ahora no se podrá alegar que la prensa malvada acusa sin pruebas». Ya que existen esas pruebas, tampoco se podrá decir que sea malvada, aclaramos.
Según Pérez Bustamante, «si el cardenal Castrillón ha dicho la verdad, y no tengo ninguna razón para creer que no la ha dicho, queda en evidencia que durante muchos años, el Papa Juan Pablo II siguió los consejos de los colaboradores que querían que las cosas siguieran igual. En mi opinión, y siento mucho tener que decirlo, eso supone una mancha considerable en ese papado». Esta sinceridad honra al director de InfoCatólica, quien, por otro lado, incurre en un sesgo típico del culto al líder: Cuando algo se considera exitoso o genial, todos los méritos son del dirigente (Juan Pablo II, en este caso); si hay desastres, el “error” procede de asesores malos. Pero la realidad se impone: tanto el papa Wojtyla como el cardenal Ratzinger fomentaron durante décadas el encubrimiento de horribles crímenes (ver El Vaticano y la pedofilia).
Pérez Bustamante añade dos consideraciones «que deben tenerse en cuenta a la hora de llegar a discernimientos justos». La primera es que «hace diez o treinta años todavía estaba vigente, no solo en la Iglesia sino en la sociedad civil, una esperanza de corrección de la conducta de los pederastas que actualmente ha disminuido casi totalmente». La segunda es que «desde hace muchos siglos, hasta 1983, cuando se promulga el nuevo Código de Derecho Canónico, existía en “privilegio del fuero”, según el cual obispos y sacerdotes no podían ser juzgados en un tribunal civil, sin licencia de la Sede Apostólica en el primer caso, y sin licencia del Obispo en el segundo […]. Incluso tengo entendido que ese privilegio […] era reconocido explícitamente en algunos Concordatos entre los Estados y la Santa Sede. Esto explica que algunos obispos, sobre todo aquellos de edad más avanzada, no pudieran ni pensar siquiera en la conveniencia de denunciar los delitos de ciertos sacerdotes suyos, sujetándolos al juicio de tribunales civiles». Todo esto confirma la naturaleza abominable, tanto desde el punto de vista religioso como desde el legal, de la interferencia del derecho canónico en el sistema legal de las naciones, algo que no sólo es propio de Concordatos anteriores a 1983, sino que forma parte del programa sociopolítico de la ICR (ver Un desprecio al matrimonio).
Y no vale con decir, como hace el autor del artículo más adelante: «Con Benedicto XVI, gracias a Dios, las cosas han cambiado». Porque fue precisamente él en su época de cardenal uno de los que propiciaron ese escándalo. Ahora bien, no pensemos que vaya a pagar por ello, ni legal ni moralmente. Es más, tal y como están evolucionando los acontecimientos, resulta que va a pasar a la historia como el papa que cortó de raíz la pederastia entre el clero. LEx