Guillermo Juan Morado InfoCatólica.com, 21.11.10
Sería un hipócrita si dijese que la controversia que acompaña a las palabras del Papa, sobre el recurso a los profilácticos para prevenir el SIDA, me ha dejado indiferente. No me ha dejado indiferente en absoluto. Eso sí, la prudencia aconseja esperar: Hay que leer el texto completo, hay que intentar saber exactamente qué ha dicho el Papa, hay que intentar ver cómo encaja todo dentro del edificio de la moral católica.
No hace falta que yo reitere mi adhesión al Papa, que es plena. Tampoco es preciso que resalte la estima que me merece Joseph Ratzinger –ahora Benedicto XVI– como pensador y como teólogo. Tal vez esta condición de hombre de pensamiento, una característica intrínseca del actual Papa, resulte “peligrosa”. Me explico: Da la sensación de que el Papa cree que todos los demás estamos a su altura, que sabemos tanto como él, que comprendemos, como si fuésemos teólogos que participan en un seminario científico, los porqués últimos de cada cosa.
No es así. El Papa expone, muchas veces, razonamientos complejos. Hace falta seguirlos desde la “a” a la “z”. Pero los medios de comunicación no entran en sutilezas. […]
Ya sé que un libro de entrevistas no es un acto de magisterio. Es obvio que si el Papa cree que es oportuno desarrollar tal o cual aspecto de la doctrina ha de emplear un medio proporcionado: una constitución apostólica, una encíclica, un “motu proprio”, por ejemplo. […] Resulta evidente, por todo ello, que el Papa, con sus declaraciones, no ha pretendido cambiar, ni modificar en nada, la doctrina católica. […] Cuando se habla de la sexualidad y del SIDA entran en juego dos mandamientos: el sexto y el quinto. No es moralmente legítimo ni cometer actos impuros ni matar. ¿Que es preferible que, si se peca contra la castidad, no se mate al cómplice? El sentido común nos dice que sí. No hay razón convincente que aconseje añadir al pecado de fornicación o de adulterio el de homicidio. Pero, entre mal y mal, nunca se puede aconsejar uno de los males, aunque sea menor. […]
Quizá en esta línea vayan las palabras del Papa. Pero se agradecería una argumentación más amplia y explícita. No están los tiempos como para esperar que cada católico sea, de la noche a la mañana, un experto en Teología Moral.
Uno de los ejemplos de Principio de Sí Contradicción (PsíC) más claros (y por tanto más confusos para el observador despistado; es decir, para la mayoría) es el asunto que se trae el Vaticano con el tema del preservativo, alentado recientemente por unas declaraciones papales. Tras la polvareda correspondiente, y tras la última palabra de Roma, todo ha quedado igual que lo recogido en nuestro artículo de julio ¿Cuál es la posición de la Iglesia Católica sobre el preservativo?; con la diferencia, claro está, de que el papado ha obtenido de este debate una rentabilidad todavía mayor.
Este texto de un joven sacerdote católico es un claro ejemplo de lo dañino que resulta intelectual y espiritualmente el papismo, que no es más que el sometimiento a la autoridad de un simple mortal al que se ha elevado a una posición semidivina. Son estos sinceros papistas quienes más perturbados quedan ante ciertas maniobras de PsíC; pero, a pesar de esta perplejidad, son incapaces de otra reacción que la de reafirmar su adoración hacia el causante de la misma. LEx