[…] La Asociación Catalana de Municipios y Comarcas, con la colaboración de la Generalitat, acaba de publicar un libro titulado «Manual de Ceremonial Civil. Los días más grandes» como una herramienta para «aquellos y aquellas que quieran, bajo unos parámetros exclusivamente laicos, encontrar fórmulas para vivir con plenitud, solemnidad y espiritualidad lo que conocemos como ritos de paso».
Para el autor, Joan Surroca i Sens, la publicación de su obra está más que justificada, ya que, por ejemplo, «durante el año 2004, por primera vez en Cataluña, el número de matrimonios exclusivamente civiles superó al de católicos». De ahí la iniciativa de Surroca de elaborar el manual, tarea «dura» a su juicio, por la «presencia secular del cristianismo en todos los ámbitos de la existencia».
Este pobre hombre confunde ciertas formas vacías y convencionales de la religiosidad tradicional española con el cristianismo, cuando aquéllas se encuentran muy lejos de la verdadera religión anunciada por Jesús. LEx
Esto ya no parece ser un problema pues, tras las «demoledoras críticas» de filósofos como Feuerbach, Marx o Nietzsche, «el concepto de Dios ha quedado fuertemente cuestionado desde los cuatro puntos cardinales».
Para colmo, su conocimiento del fenómeno religioso se ha quedado atascado en el tiempo, y no se ha enterado del advenimiento de la Era Neorreligiosa en la que, para bien y sobre todo para mal, la religión es un factor sociopolítico decisivo. LEx
Ahora que «Europa se ha transformado en una sociedad laica», conviene hacer unos nuevos ritos que sustituyan a los antiguos.
Ni Europa es una sociedad laica (desgraciadamente, pues el laicismo significa el desarrollo de la dinámica sociopolítica sin condicionantes confesionales), ni tiende a serlo, sino todo lo contrario.
Por otro lado, quizá Surroca no sea consciente de ello, pero la idea de sustituir los ritos antiguos (es decir, los de la Iglesia Católica Romana) por otros, no es más que un homenaje y un sometimiento a esta rancia institución. Este pseudolaicismo da la razón a la ICR al establecer que los hombres, por muy escépticos y racionalistas que sean, no pueden prescindir de una dimensión simbólica y ritual. Si alguien se encuentra incómodo con los rituales impuestos durante generaciones, la opción más sensata es prescindir personalmente de ellos, y dejar que cada cual tome su decisión al respecto. Pero proponer otros rituales que, a la postre, no son más que una burda imitación de los criticados, es un auténtico homenaje (conservador, y hasta reaccionario) a las concepciones tradicionales. Otra cosa sería indagar sobre cuál debería ser, desde una perspectiva realmente cristiana, el tipo de ritual adecuado (ver “Bautizo civil”, bautismo religioso y laicismo).
Además, este tipo de iniciativas (legítimas en una sociedad libre, hay que aclararlo), dan alas a la reacción ultraconservadora, que las utiliza como excusa para alimentar su victimismo. LEx
De entrada, «no hace falta imitar a los templos, porque disponemos de edificios civiles solemnes de todas las épocas que cumplen las características idóneas para celebrar allí ceremonias que pueden satisfacer el nivel más alto de exigencia». Después vienen los rituales. La «Ceremonia de acogida» recuerda inevitablemente al bautismo: consta de un rito de bienvenida, unas lecturas, las palabras del celebrante y hasta de la participación de unos padrinos. […]
Al decir que “no hace falta imitar a los templos”, está revelando que no pueden dejar de hacerlo. El tipo de ceremonias propuestas revela esta intención y delata todavía más su carácter antilaicista. LEx