Libertad Digital, 12.9.06
Nunca he tenido mucho interés por la obra literaria de Arturo Pérez Reverte: la impostación del discurso desenfadado de que tanto abusa, especialmente en el terreno lingüístico, no me lo hacen simpático. Sin embargo, reconozco que precisamos en nuestra lengua y área cultural de escritores como él, por haber sabido interpretar –y explotar a su favor: enhorabuena sincera– la necesidad que la sociedad española vive en este nuestro momento histórico de reconstruir –o simplemente construir– mitos que contribuyan a apuntalar en el plano ideológico los muy maltrechos cimientos de la identidad colectiva hispana, hecatombe identitaria y moral que debemos a la artera acción de unos políticos y a la inopia de otros. […]
El panorama literario español no es como para tirar cohetes, ni podemos esperar que, de no ser por la vía de la publicidad masiva –omnipresencia extraliteraria, vaya– se vendan obras de calidad. […] Así pues, bienvenidos escritores que ofrezcan entretenimiento, divulgación y mitos en los que creer, tan necesitados como andamos de un suelo firme sobre el que asentar los pies, por discutibles que sean sus orígenes: ahí tienen la mitología vasca inventada en el XIX y XX y vean cuán orgullosos y seguros se muestran los cazurros asesinos. […]
Estas palabras de Fanjul son muy significativas: los representantes de la Brigada Antiprogre y del nuevo fascismo atacan, con razón, el carácter mítico de los supuestos fundamentos históricos apelados por los separatistas periféricos. Ahora bien, ¿sobre qué sustentan su propio españolismo? Sobre mitos de los que enorgullecerse también. De ahí que, como era previsible, la película ‘Alatriste’, basada en las novelas de Arturo Pérez-Reverte, esté siendo bien acogida por ciertos representantes de esta extrema derecha. LEx
Parece que, tras su estreno, la película Alatriste está alcanzando un gran éxito comercial. Pues estamos de enhorabuena, aunque no percibamos un duro del fenómeno: otros productores y entidades privadas repetirán si ven que hay negocio a la vista y, por fin, se acabará con el mito –éste sí de verdad dañino– de que al público no le interesan esas antiguallas sobre sueños imperialistas.
Fanjul sigue definiendo sin complejos (como cada vez es más frecuente) su ideología: imperialista (él lo dice). Por otro lado, no deja de ser sorprendente el éxito de la película, pues, a pesar de su magnífica ambientación, el ritmo de la misma es tan lento y las atractivas historias de Reverte han sido plasmadas de un modo tan soso, que difícilmente puede convencer al gran público. LEx
El filme viene precedido de las ventas masivas de la serie de Pérez Reverte y de un gran despliegue publicitario, por tanto sería aventurado inferir que nos hallamos ante una recuperación de la conciencia nacional española y de la identidad colectiva por una sola película o por un sólo triunfo en baloncesto. Pero tampoco cabe duda de que sobre la suma de pequeños hitos como éstos se fundamentan las ilusiones de una comunidad humana. […]
El discurso identitario e ilusionante de la extrema derecha es exactamente igual al de los vasquistas aranistas o los catalanistas. LEx
Cierto que Mortensen habla muy raro –reconozcamos su esfuerzo, pero habla raro–, que la batalla de Rocroi se queda muy pobre de medios, aunque las peleas estén bien realizadas, y que el dramático y excelente final parece sugerir una trascendencia inmediata en el declive español que en la práctica no tuvo (España siguió dominando Flandes, si bien hubo que olvidar el proyecto de invadir Francia y el Camino Español quedó cortado) […].
Este historiador continúa defendiendo la idea de que es positivo que el público crea en visiones de la historia que no son ciertas, si estas visiones promueven el bien del orgullo nacional. Fanjul es uno de los que (con razón en esto, insistimos) ataca luego la mitología del nacionalismo vasco o catalán.
El final de ‘Alatriste’, además de mal resuelto cinematográficamente, es patético, pues pretende hacer pasar por idealismo una actitud que no deja de ser estúpida: los soldados que han descubierto durante su vida que la nación y el rey por el que luchan son indignos (como la película se encarga de dejar claro), sacrifican su vida inútilmente, no por una ni por otro, sino en realidad por “la honra”, ese terrible y peligroso concepto que tanto ha dañado a España. No deja de sorprender que Pérez-Reverte haya afirmado que «los soplacirios y cagatintas de mala fe que preveían un canto imperial de españolazos heroicos y rancio folklore de capa y espada, se van a tragar la bilis por azumbres» (‘XLSemanal’, 20.8.06). ¡Pero si no hay nada más claro que ese canto imperial (decadente, eso sí, pero imperial) en el final de la película! LEx
[…] Ese "Cuenta lo que fuimos" en boca de un protagonista secundario cuando todo está perdido. Un mensaje que se dirige a sí mismo el escritor y que, de verdad, agradecemos en esta nuestra patria, tan hambrienta de reconocimiento como sobrada de miedo a admitir que es quien realmente es, tan sigilosa y cobardica para mandar a la mierda a todos los Rubianes, a sus cómplices y concejalas, a cuanto ganapán se empeña en vendernos el bodrio de su Guerra Civil y sus rollos de drogatas, su Lavapiés eterno.
Ah, es que la cuestión era ésta: escudarse en lo miserables que son otros (como han demostrado serlo, ciertamente) para enorgullecernos de los buenos y dignos que somos nosotros, que no somos “drogatas”, ni inmigrantes del barrio de Lavapiés. Cuánto odio difunden estos salvapatrias. LEx